Un análisis de 1984 invita a cotejar
aquella realidad ficticia con esta donde discurrimos. Podemos, entonces,
vislumbrar analogías manifiestas entre el distopismo de la novela y rasgos del
modus operandi seguido por quienes gobiernan en este mundo menos literario.
Independientemente de qué pensemos al
respecto, cabe tener en cuenta el tono de la novela, que crea límites nebulosos
entre literalidad e ironía:
La Policía del Pensamiento que rastrea
a los crimentales (criminales del pensamiento), inspirada en la Gestapo y en el
NKVD, muestra una concepción hiperbólica sobre la vigilancia estatal. Por otro
lado, hay quienes asocian esta extravagante idea con la vigilancia estatal en
la actualidad que opera, sobre todo en Internet, con el fin de condenar, sabotear
y responder a acciones que puedan desestabilizar el status quo programado por
el poder.
A su vez, la ironía parece aliarse con
la manipulación del lenguaje como modeladora de conciencias:
La Neolengua del gobierno de 1984 se
creó a fin de salvaguardar el funcionamiento del sistema mediante la supresión
o corrección de palabras que puedan generar pensamientos revolucionarios o
críticos.
A este respecto, nuestros gobernantes
españoles nos hacen entender por gastos el capital destinado a los bienes públicos
(sanidad, educación, protección a mujeres maltratadas, ayudas a la dependencia,
pensiones, etc. ); mientras que eventos como la F1 en Valencia, o el aeropuerto
sin aviones de Castellón fueron inversiones.
Parece que la tendencia mundial es,
además de la privatización, la ironía política; como cuando la gestión de los
servicios sanitarios se cede a empresas privadas, encareciendo y, por lo tanto,
reduciendo la calidad y el acceso a medicamentos, tratamientos y servicios a
familias que nunca vivieron por encima de sus posibilidades y que, sin embargo,
sobreviven, cada vez más, por debajo del umbral de la pobreza.
También es interesante la reconcepción
contradictoria de ideas políticas en 1984. El Gobierno del Amor se sirve del
miedo y de la tortura para garantizar la adhesión de sus ciudadanos al régimen.
Sería impensable imaginar un ente
político con semejante nombre. Sería absurdo, de locos. Y sin embargo, en
España (por citar un caso conocido), nos dicen que la justicia es igual para
todos, pues vivimos en un estado democrático cuyo Tribunal de Justicia así lo
permite. Mientras, los casos de absolución por corrupción financiera entre los
dirigentes de este país cada vez más arruinado nos golpean sin descanso. Nada
más que añadir.
Si, por su definición, pensamos en una
distopía como un panorama apocalíptico y descorazonador, quizá las advertencias
de los apocalípticos que sermonean sobre la amenaza que suponen el control y la
manipulación gubernamentales tengan menos de exageración y más de juicio.
Analyzing
1984 may encourage us to compare its fictional reality with our own one. In
doing so, we may spot some clear analogies between the dystopia presented in
the novel and some traits from our political leader's modus operandi in this
less literary world.
Whatever
our ideas are regarding this issue, it should also be born in mind that the
tone in 1984 creates hazy boundaries between literalness and irony:
This
said, the Thought Police tracking crimentals (Thought Criminals), which was
inspired by the Gestapo and the NKVD, seems to be an hyperbolic conception of
state surveillance. Nevertheless, some like to associate such extravagant idea
with the current government surveillance, especially in the Internet, in order
to convict, sabotage and respond to actions that could destabilize the status
quo programmed by the power.
It looks
as if irony and linguistic manipulation —as a shaper of consciousness— joined
forces:
In 1984,
the Newspeak language was purposely created by the government to safeguard the
system's permanence by deleting or modifying words which may generate
revolutionary or critical thoughts.
In this
regard, in Spain governors make us see capital sums for public goods (health,
education, protection for battered women aid dependence, pensions, etc. ) as
expenses; in contrast, events like the F1 in Valencia, or Castellón airport
without planes have been investments.
Aside
from privatization, it seems that political irony is another worldwide trend;
as when the management of public health services —meant to guarantee the right
to medical assistance— is transferred to private corporations, driving up costs
and therefore, reducing the quality and access to medicines, treatments and
services to families who never lived beyond their means but survive below the
poverty line.
It is
also worth paying attention to the antithetical conceptions of political ideas
from 1984. The Government of Love employs fear and torture to ensure citizen's
loyalty to the regime. We would hardly think of a political entity named as
such. It is ridiculously insane. But in Spain —to pose a well-known example— we
are told that justice is equal for everyone provided that we live under a
democratic state in which the Court of Justice allows for it, while being
repeatedly hit by cases of financial corruption acquittals among the ruling
class from this increasingly ruined country. Not much
more to say.
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